miércoles, 30 de septiembre de 2015

teologia de la liberacion "queer"

Dios sale del closet[2]
Para Stéphane Lavignotte (2005:52) la dominación cultural del patriarcado y del heterosexismo generó una implosión de corrientes teologías críticas que, desde una perspectiva feminista, gay, lesbiana o queer, increparon a las Iglesias cristianas la marginación de las mujeres en el magisterio y, al mismo tiempo, develaron el carácter histórico del constructo que denominamos sexualidad. Es evidente que dentro de esta línea se han producido rupturas y continuidades, por ejemplo, mientras que la teología feminista de la “primera ola”, impregnada por un aire liberal, estuvo más preocupada por cuestiones de igualdad social; la teología feminista sexual –ya con influencia marxista– subraya las relaciones de poder al interior de la Iglesia, articulando además una crítica a la sociedad capitalista (Althaus, 2008:62-63).
Aunque con antecedentes y precursores (Elizabeht Cady Stanton) que datan de finales del siglo XIX, la teología feminista cobra una mayor efervescencia en 1968 cuando Mary Daly publica su obra La Iglesia y el segundo sexo la cual despertó un gran interés no sólo entre lectores del movimiento underground sino también entre estudiantes de teología. Tanto Lavignotte (2005) como Althaus (2008) concuerdan en el hecho que la teología feminista de la “primera ola” se concentró en temáticas de igualdad de género y en una crítica acérrima contra la visión de un Dios-Padre. De ahí que se hacía necesario producir una ruptura con el imaginario patriarcal que se legitimaba la dominación sobre las mujeres. Teólogas como Elsa Sorge o Dorothée Sölle cumplirían dicha tarea.
Por su parte, las teologías gays y lesbianas llevarían aún más lejos la crítica al patriarcalismo y la denuncia al rechazo de las comunidades homosexuales. Aquí los trabajos de Sally Gearhat, de Bill Johnson, de Malcom Macourt y de John Mac Neil fueron pieza clave en la arquitectónica de la teología gay y lesbiana. No obstante que, de manera original, esta perspectiva reinterpretó teológicamente el concepto del “éxodo” su crítica en ocasiones se mantuvo dentro de los linderos del debate sobre identidad. De suerte que con el desarrollo de la teoría queer, entendida como una corriente “posmoderna”[3] que considera a la sexualidad “en movimiento”, es decir, que no encuadra ni fija la sexualidad en categorías cerradas, la teología ha incursionado en terrenos antes inexplorados ya que para la teoría queer la sexualidad no debe ser entendida dentro de la perspectiva heterosexual pues se corre el riesgo de caer en el binarismo. Por ello, la teología queer interpela también la realidad de la bisexualidad, del transgénero y de la transexualidad. En palabras de Althaus (2008: 65), el movimiento queer es un “arco iris de identidades sexuales”.
La importancia de Elizabeht Stuart, de Audre Lorde y de Robert Goss en la fundamentación teórica de esta perspectiva teológica es clave porque redimensionan  la amistad como momento político y sexual. Es por ello que, asimilando críticamente presupuestos foucaultinanos que versan sobre la relación entre el poder y el saber, entre el poder y la sexualidad, la teología queer deconstruye la “idolatría” del matrimonio, de las identidades sexuales y de la categoría de Dios. Además, incluye nuevas perspectivas afectivas, nuevos horizontes comunitarios y, por ende, sus planteamientos contribuyen a la reflexión doctrinal, litúrgica y pastoral de la Iglesia.
Incluso, dentro del impacto positivo que han tenido tanto el feminismo como la teoría queer en los análisis marxistas, la filósofa italiana Cinzzia Aruzza (2010) destaca el hecho de por fin haber abordado la naturaleza a-sexuada de sus categorías, logrando con ello, no sólo un enriquecimiento de la noción de clase sino también una crítica artera a la dupla patriarcalismo-capitalismo[4]. En ese sentido, la teoría queer no debe ser solamente concebida como un producto más del posmodernismo despolitizado sino como una provocación a los estudios críticos de la sociedad, el poder y la cultura.

http://circulodepoesia.com/2014/01/dios-sale-del-closet-notas-sobre-teologia-indecente/

filosifiemos un poko

Psicología existencial

Sartre rechazó durante décadas la noción del Unbewußtsein («lo inconsciente»), particularmente la planteada por Freud. Argumentaba que lo inconsciente era un criterio «característico del irracionalismo alemán», y por tal motivo se oponía a una psicología que se basara en un «irracionalismo».
De este modo es que Sartre intentó un «psicoanálisis racionalista» al cual llamó «psicoanálisis existencial», basándose en una total autocrítica del sujeto hasta profundización que eliminara la «mala fe», que es un autoengaño (basado principalmente en racionalizaciones) por las cuales el sujeto pretende tranquilizarse, y al tratarse precisamente de «fe», el individuo cree ciegamente en ellas sin cuestionarlas. Y argumenta: «Un ser humano adulto no puede ni debe estar defendiendo sus defectos en hechos ocurridos durante su infancia, eso es mala fe y falta de madurez».

Conclusiones

Las posturas radicales y pesimistas de Sartre que aparecen en la novela La náusea (1938) y en El ser y la nada (1943) evolucionaron hacia una postura algo más optimista en El existencialismo es un humanismo (1946). Ahí ya no insiste en que el hombre sea una «pasión inútil», sino que el existencialismo se presenta como una doctrina de la acción, aunque permanezca la angustia.
El humanismo clásico admira a la humanidad en virtud de las producciones o valores de algunos hombres concretos, y considera que esencialmente el ser humano es el más perfecto de todos los seres, pues está hecho a semejanza del Dios trascendente. Este humanismo clásico es absurdo, dice Sartre. Frente a él, el existencialismo es un humanismo porque es una filosofía de la acción y de la libertad: la dignidad humana radica en la libertad; gracias a ella el ser humano siempre trasciende su situación concreta, aspira al futuro sin estar determinado por su pasado, se traza metas y construye su ser. De ahí que el existencialismo sea también una doctrina de la acción. Además, es una teoría para la cual el único universo es el universo humano. Esto quiere decir que la esfera de cosas con las que el hombre trata no está marcada por algo trascendente, ni por la naturaleza. La esfera de cosas que atañen al hombre depende de su propia subjetividad; no hay otro legislador que el hombre mismo.

El existencialismo sartriano

El existencialismo sartriano

En el pensamiento de Sartre, cabe destacar las siguientes ideas:
  1. Conciencia prerreflexiva y conciencia reflexiva: La conciencia prerreflexiva es el mero hecho de percatarnos de algo, el tener conciencia de algo, y la conciencia reflexiva (el ego cogito cartesiano), surge cuando me doy cuenta de que me estoy percatando de algo.
  2. El ser-en-sí: Sartre rechaza el dualismo entre apariencia y realidad y sostiene que la cosa es la totalidad de sus apariencias. Si quitamos lo que en la cosa es debido a la conciencia, que le confiere la esencia que la constituye en tal cosa y no en tal otra, en la cosa sólo queda el ser-en-sí.
  3. El ser-para-sí: Si toda conciencia es conciencia del ser tal como aparecer, la conciencia es distinta del ser (no ser o nada) y surge de una negación del ser-en-sí. Por tanto, el para sí, separado del ser, es radicalmente libre. El hombre es el no-ya-hecho, el que se hace a sí mismo.
  4. El ser-para-otro: Sartre defiende que mi yo revela la indubitable presencia del otro en la relación en que el otro se me da no como objeto sino como un sujeto (ser-para-otro).
  5. Ateísmo y valores: Para el filósofo, la existencia de Dios es imposible, ya que el propio concepto de Dios es contradictorio, pues sería el en-sí-para-sí logrado. Por tanto, si Dios no existe, no ha creado al hombre según una idea que fije su esencia, por lo que el hombre se encuentra con su radical libertad. Este ateísmo tiene una consecuencia ética: Sartre afirma que los valores dependen enteramente del hombre y son creación suya.

Pensamiento: Existencialismo


En una primera etapa desarrolló una filosofía existencialista, a la que corresponden obras como El ser y la nada (1943) y El existencialismo es un humanismo (1946). Desde que en 1945 fundó la revista Les Temps Modernes se convirtió en uno de los principales teóricos de la izquierda. En una segunda etapa se adscribió al marxismo, cuyo pensamiento expresó en La crítica de la razón dialéctica (1960), aunque él siempre consideró esta obra como una continuación de El ser y la nada.
Sartre considera que el ser humano está "condenado a ser libre", es decir, arrojado a la acción y responsable plenamente de su vida, sin excusas. Aunque admite algunos condicionamientos (culturales, por ejemplo), no admite determinismos. Concibe la existencia humana como existencia consciente. El ser del hombre se distingue del ser de la cosa porque es consciente. La existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia del mundo y conciencia de sí (de ahí lo subjetivo). Sartre se forma en la fenomenología de Husserl y en la filosofía de Heidegger (discípulo éste de aquél). Se observa aquí la influencia que ejerce sobre Sartre el racionalismo cartesiano. En este punto se diferencia de Heidegger, quien deja fuera de juego a la conciencia.
Si en Heidegger el Dasein es un «ser-ahí», arrojado al mundo como «eyecto», para Sartre el humano en cuanto «ser-para-sí» es un «pro-yecto», un ser que debe «hacerse».
El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.
El existencialismo es humanismo
Consecuentemente para Sartre en el ser humano «la existencia precede a la esencia», que explica con un ejemplo: si un artesano quiere realizar una obra, primero «la» piensa, la construye en su cabeza: esa prefiguración será la esencia de lo que se construirá, que luego tendrá existencia. Los seres humanos, no son el resultado de un diseño inteligente, y no tenemos dentro nuestro algo que nos haga «malos por naturaleza» o «tendientes al bien» —como diversas corrientes filosóficas y políticas han creído—, y continua: «Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos», éstos nos son ineludibles: no actuar es un acto en sí mismo puesto que nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situación, ser es ser-para, ser como "proyecto".