Dios sale del closet[2]
Para
Stéphane Lavignotte (2005:52) la dominación cultural del patriarcado y
del heterosexismo generó una implosión de corrientes teologías críticas
que, desde una perspectiva feminista, gay, lesbiana o queer,
increparon a las Iglesias cristianas la marginación de las mujeres en el
magisterio y, al mismo tiempo, develaron el carácter histórico del
constructo que denominamos sexualidad. Es evidente que dentro de esta
línea se han producido rupturas y continuidades, por ejemplo, mientras
que la teología feminista de la “primera ola”, impregnada por un aire
liberal, estuvo más preocupada por cuestiones de igualdad social; la
teología feminista sexual –ya con influencia marxista– subraya las
relaciones de poder al interior de la Iglesia, articulando además una
crítica a la sociedad capitalista (Althaus, 2008:62-63).
Aunque con
antecedentes y precursores (Elizabeht Cady Stanton) que datan de
finales del siglo XIX, la teología feminista cobra una mayor
efervescencia en 1968 cuando Mary Daly publica su obra La Iglesia y el segundo sexo la cual despertó un gran interés no sólo entre lectores del movimiento underground sino
también entre estudiantes de teología. Tanto Lavignotte (2005) como
Althaus (2008) concuerdan en el hecho que la teología feminista de la
“primera ola” se concentró en temáticas de igualdad de género y en una
crítica acérrima contra la visión de un Dios-Padre. De ahí que se hacía
necesario producir una ruptura con el imaginario patriarcal que se
legitimaba la dominación sobre las mujeres. Teólogas como Elsa Sorge o
Dorothée Sölle cumplirían dicha tarea.
Por su
parte, las teologías gays y lesbianas llevarían aún más lejos la crítica
al patriarcalismo y la denuncia al rechazo de las comunidades
homosexuales. Aquí los trabajos de Sally Gearhat, de Bill Johnson, de
Malcom Macourt y de John Mac Neil fueron pieza clave en la
arquitectónica de la teología gay y lesbiana. No obstante que, de manera
original, esta perspectiva reinterpretó teológicamente el concepto del
“éxodo” su crítica en ocasiones se mantuvo dentro de los linderos del
debate sobre identidad. De suerte que con el desarrollo de la teoría queer, entendida como una corriente “posmoderna”[3]
que considera a la sexualidad “en movimiento”, es decir, que no
encuadra ni fija la sexualidad en categorías cerradas, la teología ha
incursionado en terrenos antes inexplorados ya que para la teoría queer la
sexualidad no debe ser entendida dentro de la perspectiva heterosexual
pues se corre el riesgo de caer en el binarismo. Por ello, la teología queer
interpela también la realidad de la bisexualidad, del transgénero y de
la transexualidad. En palabras de Althaus (2008: 65), el movimiento queer es un “arco iris de identidades sexuales”.
La
importancia de Elizabeht Stuart, de Audre Lorde y de Robert Goss en la
fundamentación teórica de esta perspectiva teológica es clave porque
redimensionan la amistad como momento político y sexual. Es por ello
que, asimilando críticamente presupuestos foucaultinanos que versan
sobre la relación entre el poder y el saber, entre el poder y la
sexualidad, la teología queer deconstruye la “idolatría” del
matrimonio, de las identidades sexuales y de la categoría de Dios.
Además, incluye nuevas perspectivas afectivas, nuevos horizontes
comunitarios y, por ende, sus planteamientos contribuyen a la reflexión
doctrinal, litúrgica y pastoral de la Iglesia.
Incluso, dentro del impacto positivo que han tenido tanto el feminismo como la teoría queer
en los análisis marxistas, la filósofa italiana Cinzzia Aruzza (2010)
destaca el hecho de por fin haber abordado la naturaleza a-sexuada de
sus categorías, logrando con ello, no sólo un enriquecimiento de la
noción de clase sino también una crítica artera a la dupla
patriarcalismo-capitalismo[4]. En ese sentido, la teoría queer
no debe ser solamente concebida como un producto más del posmodernismo
despolitizado sino como una provocación a los estudios críticos de la
sociedad, el poder y la cultura.
http://circulodepoesia.com/2014/01/dios-sale-del-closet-notas-sobre-teologia-indecente/